La suma

Así ¡como le digo! He tenido harto tiempo para pensar cómo llegué hasta acá y yo creo que esto viene de bien chiquitito… Todo partió un día que hacía mucho calor, ya había oído yo las advertencias de mi madre, que no lo hiciera, de mi abuela que me miraba con reproche, hasta de mi padre que se encogía de hombros cuando mencionaba el tema. Pero en un arrebato, la curiosidad y la inocente rebeldía infantil fueron más grandes. Miré para todos lados cuidando que no fuera observado, como si se tratara de un delito, con un sonido gutural enjuagué mi boca, esculpí mis labios, junté todas mis fuerzas, mire hacia el cielo y el perfecto gargajo salió impulsado hacia arriba, por sobre mi cara. La adrenalina se disparó, esperando el tan anunciado desenlace, pero para mi sorpresa ¡nada pasó! El escupo salió volando hasta que le perdí la pista, confundiéndose con las nubes. Estaba libre, había vencido la maldición y un sentimiento de omnipotencia se apoderó de mí ser. Entonces, si nada había pasado, claro estaba que todo lo que decían era un mito, y que esas cosas no me iban a pasar a mí. Me reía de la gente que tenía miedo de vivir, que se la pasaban pisando cáscaras de huevo y que se sobresaltaban cuando algo se salía de su lugar. Pensaba para mis adentros lo ingenuos que eran ¡si supieran que no pasa nada! Si supiera que esas cosas no existen y que se limitan al dirigir su vida en base a supuestos. Pobrecitos. Les tenía pena. Caminando como ratas ciegas en un laberinto cuando las puertas estaban abiertas de par en par. Y ahí mismito tiré otro cúmulo de saliva, segurísimo de que algún día me darían la razón. Desde entonces se hizo hábito, escupía en la iglesia y en los paraderos. En los bancos y en el consultorio. Enfurecido, solitario y hasta en compañía cuando me sentía temerario. Todo marchaba bien. Hasta que un día, mientras hablaba con la vecina, una fina línea de agua cayó sobre mi cabeza. Sobresaltado miro hacia el cielo, sin poder creer lo que mis ojos veían observo cómo se abren las nubes y de ellas nace un río ¡sí, un río! Caía brotando en oleajes, con cada vez más intensidad, y antes de que pudiera reaccionar me arrastró… no sé por cuánto, no sé hacia dónde… y desperté acá.

Hoy, siendo 5 de enero del 2016, caigo en cuenta de que esteré soltera por 4to año consecutivo a mis próximos 24 años. Esta preocupación comenzó paulatina y solapada en apariencia, mientras que detrás de la lengua hervía el deseo, cuyo incumplimiento se transformó en pavor. 

Tantos me han dicho: "Pero si tienes 23 ¡de qué te preocupas! estás en la flor de la vida", comentario que cumple la función de un palmoteo en el hombro. Y claro, tienen razón. ¿No han pensado acaso, que son las flores las que brillan para ser vistas?, ¿quién se detiene a mirar las matas de hortencias secas en el frío invierno?, ¿quién admira al girasol cuando se le caen los pétalos? Debo decirles, congéneres, que gracias a sus palabras mis posibilidades se han resumido a 3: soy una flor rota, una invisible, o una planta carnívora con aspiraciones de geranio. 

Bueno, no es fácil servirse del banquete de la soledad, menos si ya estás satisfechx. Es cierto que no he amado con los ojos de lo amado, ni regalado mi pequeña cucaracha que llevo por corazón. Soy mandona, terca como pocos. De costumbres poco decorosas. No me pongo desodorante todos los días, ni encremo mi cuerpo después del baño. Casi siempre miro mi caca antes de tirar la cadena y me sale un pelo grueso y negro como la noche en la papada. Puedo enumerar una larga lista con el fin de justificar mi barco encayado: tropiezo con las piedras y con mis palabras, me asusta mi reflejo, comunico mis terrores, confundo los amores, exploto como un volcán para luego castigarlo. Despierto la pasión ajena para luego dominarla. Y así. Y más. No valdría la pena arriesgarse por alguien así, ¿o no? ¿O algunos somos más desperfectos que otros? Infinitas son las trampas para hacernos pensar que no merecemos el amor.

Pero hoy he concluído algo distinto. Hoy he pensado que esta soledad me ha hecho iniciar caminos que difícilmente hubiera emprendido. He caminado por ellos pidiendo ayuda, en vez de encoger los hombros y sonreir. Me he pasado tanto tiempo admirando el jardín que no recogí mis colores del barro. Hoy quiero hacer algo distinto. El aliento es para mí. Qué dichosa soy de haber luchado por mi misma. De darme la oportunidad de mirar mi sombra, e incluso de haber bebido mi veneno. Confieso, que mi error es no darme cuenta. Cuenta de mis adentros, de mis mundos y navegar en las profundidades. Soy toda mía, un universo por descubrir. No me arrepiento de nada. No me arrepiento de nada. 

Siniestros Delincuentes

De cuando en vez me armo de valor
hago las paces con el siniestro
intercambiamos miradas
me detiene la pupila
y cae helada.

Su voz se lleva mis labios y mis dientes
otras veces una pierna entera
a veces solo me deja una oreja
u orificios en los ojos
si soy afortunada.

Quiero huir
muevo los brazos y no los encuentro
en el silencio oigo voces
tapo mi voz con ambas manos
mis manos sienten el olor del miedo
sacudo la cabeza
con tal violencia
que me despojo de la miseria
me desplumo el centro
ante la sangre que aúlla
en silencioso dolor.

El desmembramiento siempre es una opción
el desmallo de los sentidos que buscan lo más puro
ahí es cuando la carne se abre y se muestra
viva, roja, ardiente
latiente/latiendo
batiendo las alas
en la sinceridad de la muerte
la consternación, oh consternación
¿cómo hacemos las paces?
¿De qué forma se llega al canto?

Hoy por hoy
me contento con el sonido del pecho
que me recuerda lo mucho que agradezco
el trago dulce después de la amargura
la insolente risa después del llanto
y es que hemos sido tantos
los delincuentes
hemos sido tantos, ni tú ni yo
ni aquel hermano
nos hemos salvado
de las venas de todos colores
que componen nuestro verbo mortal
e inmortal a la vez.

silencio
que viene el letargo
silencio
no queremos incomodarlo
no queremos que piense que la pestilencia viene de su cerebro mundano
no, no es así
cuando se levanta la bestia que se oculta debajo
ahí es cuando la tierra tiembla
cuando la sed de ponzoña amenaza con quebrantar huesos
sobretodo con incitar al olvido
¡impensable! ¡qué estás haciendo con este regalo infinito!
¿qué no te das cuenta de las palabras invertebradas?
¿que no te das cuenta que te comes lo podrido?
que te vistes de mendigo amor desterrado
y le das teta al chupacabras
que congelas el fuego de la sangre
pensando que se hará carne
dan ganas de vomitar
sacarse los ojos con estruendo
salir corriendo
¡corran por sus vidas!
cómo te devoran los ratones el cráneo
qué has hecho
qué horrible lo que has hecho
rompes a puñetazos todos los espejos
y no te das cuenta de que aullas de dolor por dentro
inflamas las heridas con gusanos
me das asco.

A veces me da por soñar que el aire que sale de mi recorre el mundo
inicia su viaje en un salto de trampolín
se cuela lentamente por la rendija de la ventana
una vez afuera enciende fuegos
acaricia los árboles
disipa el humo de la tetera tres casas más allá de la mía
da brincos
quizás cuanto tiempo estuvo encerrado en un ático de mala muerte
hasta que es liberado por un salvador anónimo
-inclusive pasa sí mismo-
con peso y sabor aciago desciende a la tierra
justo cuando se iba a dar por muerto sostiene la caída de una hoja
esto sucede cinco espirales más allá, hacia el norte

Ahí va mi aliento
que ahora recorre el Amazonas
Ahí va mi aliento que ahora da vuelo al trompo de un niño
Ahí va mi aliento
mezclándose con tantos otros alientos
llega a las montañas chinas el multialiento
después de cruzar Europa
cruza el sufrimiento de África
se marea con las alturas del Pacífico
y se limpia con la sal de las olas
para dar origen a algo nuevo
lleno de esperanzas.

¿Llegará el aliento a acariciar mi nuca?
¿logrará reunirse el aire que salio de mi nariz
con el que saldrá de mi boca?
que grato es pensar
que se puede abrazar el aire
después de vivir el abismo.


Privilegiados los ojos que se dejan atrapar por la belleza
una invitación para colocar una piedra
luego otra piedra más

se encabrita el aliento que juega en altamar
maravilloso néctar de aroma otoñal
yo te invito a jugar
a concederle un tango a la muerte
conquistar un zorzal valiente
arrojar las llaves al río
solo para encontrarlas
saltar de copa en copa
ebrios de sol
pender de un hilo
cortarlo con la boca
volar requiere mucho valor
así juegan los girasoles cantores
cavemos con las manos
uñas negras y pies descalzos
enterremos un acertijo...
... déjalo crecer.

Quiero ser nido y pájaro
puerto de anclaje, velero zarpante
qué cansancio es navegar
cuando los mares se ahogan de sed
prefiero bucear en túneles de lenguas
rogantes de placer
donde acaricia la seda al viajero
te saluda el abismo si te decides a entrar
riquezas coronan rincones esperando ser vistos
bailan las burbujas en enjambre
míralas, cómo reflejan la sonrisa del arcoiris
las ostras, que acostumbran a ensimismarse
recitan poesía en lenguaje de sirenas
allá
sobre el monte
junto al árbol
aguarda el zorro con cabeza de humano

tiembla

florecen los valles a la sombra de tu embrujo
mil pájaros se liberan cada vez que me besas con los ojos
los senos secretan ambrosía
bésame
bésame el corazón
bésame suavemente el corazón
apriétalo con tus labios
que amenaza con escaparse por la garganta
el vértigo me posee como fuego sobre la madera
las valkirias galopan por mis entrañas
ábreme la piel de la espalda
desgárrala con colmillos de lobo
para que brote de mi el caramelo de fruta madura
la bruma de tu aliento jadea mi cuerpo
me alimento del rocío de tu alba
tu oreja me cuenta un secreto
se abren las puertas de la pupila
para que entres en mi universo.

... ahora ábrelo.

Decidí abandonar el valle de los espejos.


El fantasma se presenta para consumar la ambición, devuelve el reflejo del deseo. Abandono esta tierra de nadie y planto mi pie en el bosque. Busco el valor desde mis entrañas, para continuar abro el corazón. Respiro, como quien limpia su interior. Respiro, y la tormenta queda atrás. Abandono el valle de los espejos para recordar lo que el tiempo no olvidó. Habito el mundo para descubrir el regalo infinito, que el viento me lleve donde me tenga que llevar.